Esta vivienda es, sin lugar a dudas, una de las mejores viviendas de Donosti. Por muchas razones, pero principalmente porque casi desde cualquier punto de la casa tienes vistas de la bahía. Así que desde el principio supimos que todo debía girar sobre eso.

 

Pronto lo tuvimos claro, había que crear líneas sencillas y mínimas cuando miráramos hacia el norte. Pocos materiales, tenues y sin ostentación, que el suelo y las paredes pasaran desapercibidas y que toda la fuerza y toda la importancia la tuviera sus vistas; la bahía de La Concha.

 

Y así lo hicimos. Hasta el punto de que diseñamos unas ventanas con hoja, bisagra y manilla oculta para que en vez de tener ventanas, tuviéramos cuadros naturales que cambian con la luz del día y el paso de las estaciones.

 

Pero mirando hacia el otro lado de la vivienda se podía “arriesgar” un poco más creando un núcleo central con más personalidad. De ahí la madera de ébano, los suelos porcelanicos y las puertas paneladas. Lujo sin estridencias.

 

Era también muy importante que las estancias principales, salón, cocina y dormitorio principal, ocuparan la zona norte para poder disfrutar de las vistas, y jugamos con la luz artificial igual que el sol y la iluminación de la ciudad juegan con la bahía.

 

Así se nos ocurrió crear una luz indirecta metida en fosas para crear juegos de luz y que siga siendo poco agresiva incluso al anochecer.  Ocultamos el zócalo, pusimos persianas orientables motorizadas y calefacción radiante domotizada y creamos la que puede ser la mejor bañera de la ciudad: un hidromasaje a la altura perfecta para que cuando te estés bañando, lo hagas mirando a la Isla de Santa Clara.

 

En definitiva, lujo minimalista, con todos los detalles muy cuidados para que la vivienda sea casi una obra de arte para disfrutar todos los días del año.