Pánico en el andamio.
Imagínate que tienes que restaurar La Gioconda, o el frontis de la Catedral de Burgos, o el retablo policromado de una iglesia románica. ¿No sentirías una enorme responsabilidad e incluso una pizquita de pánico ante un encargo de tanta trascendencia? Aunque fueras el mejor restaurador del mundo, aunque tuvieras la pericia profesional necesaria y una experiencia contrastada en trabajos similares, es probable que el trabajo te impusiera, cuando menos, un gran respeto.
Es lo que nos pasó en la rehabilitación de la fachada del edificio de La Equitativa de San Sebastián. De estilo racionalista en su variante expresionista, el edificio fue proyectado en 1933 y ocupa un lugar privilegiado como cabeza de manzana, junto al río. Es un auténtico monumento, cuya preciosa fachada pertenece a toda la ciudad. Y a nosotros nos tocó acometer su recuperación hace ya algún tiempo. Lo que fue un honor. Y un compromiso.

Fachada edificio Equitativa en obras.
La fachada está compuesta en su totalidad por elementos de hormigón que estaban muy castigados por el paso del tiempo y el salitre. Por ello, hubo que llegar a la armadura dañada, limpiarla por completo, aplicarle productos pasivizadores que detienen la oxidación y protegerla de nuevo con un mortero estructural que pintamos después. También realizamos actuaciones en las barandillas afectadas por el óxido y en diferentes puntos del interior de las viviendas que presentaban humedades.

Detalles del edificio antes y después de restaurar.
Al final, pintamos toda la fachada con una pintura autolavable, adecuada para la zona en la que se encuentra el edificio.

Fachada de La Equitativa restaurada.
Fue un trabajo que imponía. Pero que sacamos adelante con brillantez. Como verdaderos artistas.
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