Baldosas hidráulicas: el cemento es arte.
Es ese algo que sentimos en una visita a la casa de los tíos, los que viven en ese viejo piso del centro de la ciudad. Esa sensación de bienestar que de repente nos embarga al entrar en la cocina de esa antigua casa rural, en la que sin saber muy bien por qué nos encontramos estupendamente. ¿Qué nos hace sentir así? ¿Los dibujos? ¿Los colores? ¿Esa textura tan agradable a la vista y al tacto a la vez? Seguramente sea la mezcla de todo. El equilibrio entre los elementos es lo que consigue el estado de gracia. También en el caso de las baldosas hidráulicas.
Lo bueno siempre permanece. Y si en algún momento parece que se ha ido, seguro que algún día volverá. ¿Quién iba a decir a los europeos de principios del siglo XX que llegaría un momento en que los suelos dibujados, llenos de arabescos y figuras geométricas a los que estaban acostumbrados, llegarían a desaparecer de su vida? ¿Quién nos iba a decir a nosotros, habitantes del siglo XXI, que echaríamos de menos esos dibujos y colores, esa encantadora textura presente en nuestra memoria en forma de fotos antiguas, obras de arte y recuerdos de viaje mediterráneos?

Pavimento hidráulico diseñado por Gaudí y colocado en el Paseo de Gracia de Barcelona | Foto vía www.decoracionblog.com
El origen de estas características baldosas se remonta a finales del siglo XIX en Francia. Si bien en su presentación en sociedad fueron exaltados sus valores de resistencia y modernidad, al no precisar de cocción, como las tradicionales baldosas de cerámica, el estallido del Modernismo originó que su modo de fabricación las convirtiera en el lienzo ideal para decorar elegantemente los suelos de las grandes ciudades europeas. Grandes artistas dejaron su sello en muchos de los diseños que podemos encontrar aún en construcciones y pavimentos de la época. El éxito de estas baldosas se extendió hasta mediados de los años 50 del pasado siglo, cuando empezó a decaer su uso.
Hoy, la baldosa hidráulica ha vuelto para quedarse.
Y sobran los motivos para que la recuperemos. Es más ligera que la baldosa cerámica y al mismo tiempo muy resistente y de gran durabilidad, su mantenimiento es sencillo (apenas agua y jabón, si acaso alguna cera especial para resaltar sus colores) y su diseño queda bien prácticamente siempre. Su belleza especial resalta no solo suelos sino muebles, en los casos más atrevidos, y, por supuesto, paredes, como se puede observar en la cocina de esta vivienda que rehabilitamos en el barrio donostiarra de Intxaurrondo.
Son infinitos los dibujos que se encuentran en este tipo de baldosas. Pueden ser intrépidos, como en el caso anterior, o más clásicos. Los de diseño geométrico son un valor seguro a la hora de aspirar a ambientes armónicos y equilibrados. Es lo que sucede en estas dos viviendas donostiarras, una de ellas en la Avenida de Madrid y otra en Bera Bera, de cuya rehabilitación nos encargamos.
Mira qué decisión más original tomamos en este comedor del barrio de Amara, en San Sebastián. ¿Suelo, alfombra, baldosas…? Todo en uno.
Para muchos, uno de los encantos de estas baldosas es su proceso de fabricación, prácticamente artesanal aún hoy día. Se confeccionan por medio de varias capas de cemento superpuestas que se compactan con una prensa hidráulica, de ahí su nombre. Si se te da bien el diseño y tienes ganas de decorar tu espacio con baldosas hidráulicas, no te cortes: muchos artesanos las fabrican con dibujos proporcionados por el cliente. Porque esa es una de las mayores ventajas de esta singular baldosa: la creatividad. Sus posibilidades de combinación son infinitas. Déjate llevar por tu imaginación y disfruta.
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